Concierto en el Teatro de Carabineros:
Gustavo Miranda en plenitud artística
Jaime Torres Gómez, El Mercurio
Hoy radicado en Chile, luego de muchos años viviendo en Estados Unidos, el pianista Gustavo Miranda proyecta su carrera desde su país natal. Y tras su reaparición local, ha ofrecido en poco tiempo una amplia variedad programática con deslumbrantes resultados.
Parte de sus proyectos es el ciclo de las 32 Sonatas para piano de L.V. Beethoven, realizándose recientemente una nueva jornada, esta vez en el Teatro de la Corporación Cultural de Carabineros.
Con una batería de cinco sonatas tempranas y de madurez, nuevamente Miranda dio cuenta de su acabado dominio del mundo beethoveniano, desplegando una notable técnica subordinada a un servicio musical de irreprochable idiomatismo, como de sorprendentes libertades.
Abrió con una formidable versión de la Sonata No. 2, Op. 2, No. 2. Siendo una pieza aún inscrita en los cánones del clasicismo, se atisban rasgos innovadores especialmente en indicaciones de dinámica y acentos. Con autoridad, Miranda acertó en carácter y estilo, destacándose especialmente la claridad expositiva del notable contrapunto en el segundo movimiento.
Luego, la madura Sonata No. 24, Op. 78, "A Thérèse", junto a la intermedia No. 15, Op. 28, "Pastoral", dando término a la primera parte. Interesante el complemento entre estas dos piezas cronológicamente distantes, máxime, en el caso de la No. 24, compuesta luego de casi cinco años sin abordar sonatas para piano, develando completa madurez dentro del género.
En ambas Miranda volvió a exhibir pleno dominio técnico y comprensión de discurso. De impactante logro el enfoque de la "Pastoral", brindando debida amabilidad de carácter con un calibrado manejo del espesor sonoro, inteligentes acentos y hermosura de fraseo.
La segunda parte, con otro complemento cronológico, consultó la temprana Sonata No. 5, Op.10, No. 1, "Pequeña Pathétique" y la extraordinaria No. 26, Op. 81, a "Los adioses". En el caso de la "Pequeña Pathétique", de alguna forma preludia a otras, como la famosa Sonata "Patética". Y en "Los adioses", obra de completa madurez, plasma un desgarrador relato de emociones desde el "adiós", la desolación de la "ausencia" y el júbilo del "regreso". Con notable dominio contrastante, se reflejó ora total asertividad de relato, ora completa claridad de las "voces internas" y cabal administración de las proporciones sonoras.
En suma, una presentación que reflejó la plenitud artística de Gustavo Miranda, y sin duda la mejor en años de este desbordante talento pianístico.